Después de que Jesús les mostró su manera de vivir a los que le siguieron, ellos decidieron hacerse sus discípulos: esta es la experiencia que queremos que vivan nuestras hermanas, y por eso el texto bíblico que acompaña esta etapa es
«Fueron pues, vieron dónde vivía y se quedaron con Él…» (Jn 1,39)
Por lo tanto, después de la etapa de prueba en el conocimiento del Instituto (Aspirantado), una vez hecha la opción por la Vida Consagrada como Discípulas de Jesús, y constatando que presentan, a juicio de las hermanas responsables, las condiciones de idoneidad vocacional, humana y cristiana, y las cualidades propias que se requieren para ser Discípulas de Jesús, las aspirantes serán admitidas al Postulantado.
Esta etapa dura un año y es la preparación para el Noviciado. Su objetivo es ayudar a las hermanas a tener un grado de madurez humana que las capacite para responder al llamado con una opción suficientemente libre y responsable.
Para eso se las anima a descubrir su identidad femenina y a crecer en las habilidades y virtudes propias de la mujer. Además se les ayuda también a despojarse de los criterios mundanos y a tomar una actitud de sierva a semejanza de Jesús, que no vino a ser servido sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.
El Postulantado está bajo la responsabilidad de una hermana de votos perpetuos, elegida por el Consejo General, quien vela por la formación y discipulado de las jóvenes postulantes, tiene entrevistas personales con ellas y les da el entrenamiento teórico y práctico requerido, invitándolas a seguir en todo el ejemplo de Cristo, promovinedo en ellas la vida en el Espíritu, y llevándolas en un proceso de conversión y madurez que deberá continuar en las etapas siguientes.