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              • Consagración y Espiritualidad

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                Nuestra Consagración

                La palabra consagración se deriva del verbo consagrar, puede tener un doble sentido: activo y pasivo, que expresa la acción de consagrar y el hecho de ser consagrado.

                Consagrar, por parte de Dios, tomar posesión plena, reservarse especialmente, invadir y penetrar con la propia santidad, admitir a la intimidad personal, relacionarse profundamente consigo mismo, transformar por dentro, renovar interiormente y, sobre todo, configurar a alguien con Jesucristo, que es el Consagrado por excelencia.

                Por parte del hombre, consagrarse es entregarse a Dios, dejarse poseer libremente por Él, acoger activamente la acción santificadora de Dios, darse cuenta de que es la respuesta a la previa autodonación de Dios y bajo el impulso de su gracia.

                Las Discípulas de Jesús nos consagramos a Dios más plenamente abrazando los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia, comprometiéndonos a vivir este estado de manera estable y definitiva. El Señor nos ha llamado a vivir un estilo de vida que favorece la comunión con Dios y el pleno desarrollo humano en la fraternidad.

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                Voto de Castidad

                Por el voto de castidad nos consagramos totalmente a Dios amándolo con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas y comprometiéndonos en vivir la continuidad perfecta en el celibato.

                Queremos que Él sea nuestro gozo, nuestra vida, nuestra plenitud, que nada nos distraiga de lo único necesario: la comunión con el Señor.

                Tratamos de vivir la renuncia y olvido del yo, cultivando la pureza del corazón y la vida de la fraternidad, apoyando a otras personas para que vivan plenamente para Dios y para la extensión de su Reino.

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                Voto de Pobreza

                Por el voto de pobreza deseamos seguir a Jesucristo que llama a compartir su estilo pobre de vida. Renunciamos a todo apego material, nos confiamos a la providencia de nuestro Dios y dependemos de nuestras Superioras en el uso de los bienes. Cada hermana trabaja y se responsabiliza, sirviendo en algo que contribuye a la obra de Dios de acuerdo a nuestros objetivos. Si buscamos primero el Reino de Dios y su justicia, Él suplirá nuestras necesidades.

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                Voto de Obediencia

                Por el voto de obediencia seguimos a Cristo que nos enseña la perfecta obediencia despojándose de sí mismo y obedeciendo hasta la muerte.

                Por lo tanto, todas en el Instituto vivimos en sumisión a Dios y unas a otras, nos comprometemos a obedecer a nuestras superioras cuando mandan según las Constituciones, queremos seguir la voluntad del Señor, lograr la madurez personal y la libertad de los hijos de Dios.

                Como signo de consagración y testimonio de pobreza llevamos el hábito del Instituto. En algunos momentos que se requiera por nuestro servicio o apostolado usamos uniforme.

                Con nuestra manera de vestir deseamos mostrar nuestra identidad religiosa sin destruir nuestra feminidad.

              • Nuestra Espiritualidad

                Nuestra vida de oración es lo que más cuidamos en el Instituto.

                Jesús nos llamó para que estemos con Él, y ningún otro quehacer es tan importante como este. Por eso cada día cuidamos de ofrecer las primicias de nuestro tiempo al Señor, buscando que nuestra primera actividad del día sea la oración.

                Características de nuestra espiritualidad

                Como mujeres que somos, fomentamos una piedad femenina, alegre; teniendo en cuenta que Cristo es el centro de nuestra vida.

                Nuestra espiritualidad es trinitaria, bíblica, eucarística, mariana y eclesial; basada en la cruz y muy carismática, es decir, que favorece el ser guiadas por el Espíritu Santo y la manifestación de sus carismas, tal como se nos narra en los Hechos de los Apóstoles.

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                Practicamos la oración espontánea en común y con el pueblo tan propia de la Renovación Carismática y que tanto edifica. Compartimos de manera sencilla y fraterna nuestras experiencias de la vida espiritual, interesándonos por apoyarnos unas a otras.


                Cada día, al iniciar las oraciones, invocamos al Espíritu Santo de manera muy personal con el himno del “Veni Creator”. Reconocemos que sólo por su acción podemos vivir este llamado que Dios nos ha hecho.

                Vivimos el espíritu de la Liturgia según el ciclo anual de las celebraciones y fiestas de la Iglesia. Celebramos la Liturgia de las Horas en forma tranquila y sin prisas, Acompañamos la celebración de la Liturgia de las Horas con un tiempo de alabanza gozosa y adoración.

                Buscamos cada día estar en esa escucha atenta a la Palabra de Dios a través de la Lectio Divina, leyendo, releyendo, meditando, orando y contemplando.

                Diariamente participamos de la Eucaristía.

                La adoración al Santísimo Sacramento, la cultivamos con especial esmero, de día y de noche.

                Buscamos profundizar nuestra relación con María descubriéndola como nuestra Madre y Maestra, imitando cada día sus virtudes y recurriendo a Ella en todos nuestros afanes a través del rezo del Santo Santa María de Guadalupe es nuestra protectora, le amamos con especial cariño y tenemos siempre una imagen suya en nuestras Capillas.

                Conscientes de que vivimos en un combate espiritual, usamos las armas espirituales que Dios nos ha ido mostrando para nuestra protección: el rezo del Santo Rosario, la adoración al Santísimo y el ayuno y la penitencia. Además, nos revestimos cada día con las armas espirituales que nos recomienda San Pablo en la Carta a los Efesios.

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                Cada ocho días, hacemos la oración con los pasos del Tabernáculo, pues es una oración que nos lleva a un encuentro profundo con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Tratamos de hacer de nuestra vida una alabanza permanente a Dios
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                Frecuentamos el sacramento de la Reconciliación buscando encontrarnos con el amor, la misericordia y la fortaleza que necesitamos para salir de nuestras debilidades y pecados.

                Practicamos el silencio, como un medio excelente para escuchar al Señor. Sabemos que es importante guardar recogimiento interior siempre, aún en nuestras múltiples actividades y conversaciones, pues sólo así podemos ser sensibles a la presencia y dirección de Dios en nuestras vidas. Así vivimos también la dimensión contemplativa de nuestro Instituto, siendo contemplativas en la acción.

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